El CDM y El Ahorcado

Tuesday, June 27, 2006

16.
No hay dos... sin uno.

Acabaron todos no en los vestuarios, sino en otra cueva. Allí había un papel que tenía escritas dos palabras sin sentido, aparentemente.
—¡Chimenea, camino!— se enfureció Palacios—. ¡Allí ya hemos mirado cincuenta millones de veces y no hay nada de nada!
—Vale, claro, como tú digas— dijo Juan—. Pero ¿hay alguna chimenea en la cueva del pasadizo al que se llega por la chimenea?
—¿CÓMOOO?— exclamó Lucas.
—Joder, tontazo, vamos a la casa de marras, encontramos el pasadizo de la chimenea, cuando lleguemos desde allí hasta donde está el Ahorcado, ahí tiene que haber otra chimenea. Es fácil.
Mientras, Dani, Jorge, Raúl y compañía daban la vuelta y venían por el mismo sitio por donde antes habían pasado. Tras andar un rato, se encontraron de nuevo en la cueva del Ahorcado, al cual vieron desaparecer de repente cuando ellos entraron. Rápidamente Javi corrió hacia aquel lugar, y observó el lugar por donde había desaparecido. Se había ido por el techo. En la pared había unos peldaños. Javi se dispuso a subir, pero entonces apareció por allí Palacios con toda la compañía gritando que ya sabían el sitio. Lucas fue el segundo en subir, detrás de Javi, y luego rodos los demás. Raúl y Jorge quedaron los últimos.
Y también mientras tanto, Prefasi estaba hasta las narices de aquel absurdo juego del Ahorcado y fue con su grupo directamente a los vestuarios del colegio. Allí estaba don Felipe Faura, profesor de Educación Física (pero no mental, por desgracia, como solía pensar), y rápidamente le contó toda la historia. Fueron rápidamente hacia el retrete y todos se pusieron a palpar paredes, cisterna, WC y suelo, hasta que David Fernández encontró el pasadizo, en la esquina más profunda del pequeño habitáculo. Allí había un botón del mismo color que el suelo. Lo apretó y se abrió una trampilla en el suelo, por la que cayó. Cayó encima del Ahorcado, que subía a toda velocidad, con Javi pisándole los talones y todo el CDM detrás. Javi, al verlos, se quedó mudo. El Ahorcado sacó una cuerda, lanzó hacia arriba y se enganchó a un saliente. Arriba, en el vestuario, Prefasi vio una figura entrar por la puerta. ¡Era el Ahorcado! Claro está, Prefasi no sabía que David había caído justo encima del Ahorcado y sacó el móvil para llamar a Javi. Éste contestó dejando de escalar por los peldaños y apartándose a un lado, para que los demás siguieran la persecución. Cuando oyó que el Ahorcado estaba arriba y había entrado por la puerta principal de los vestuarios, no se lo creyó. Le dijo que esperara y siguió subiendo a toda velocidad. El Ahorcado salió por el pasadizo y sus persguidores tras él, llegando al vestuario. Allí todos se quedaron mudos de asombro. ¡Dos Ahorcados!
—¿Qué quiere decir esto?— exclamó Palacios.
—Javi, te lo dije, que había entrado el Ahorcado por la puerta— dijo Prefasi.
—¡Pero si estaba subiendo por...! ¿Qué es esto?— bramó Javi.
—Uno de ellos es el inspector— dijo Lucas—. Creo que detendrá al auténtico, ¿no? ¿O tenemos nosotros que detenerles a los dos?— miró a ambos, y vio cómo sacaban un par de cuerdas cada uno.
—Ahora mismo vamos a acabar con vosotros de una vez por todas— dijo uno de ellos.
—¡Al cuello!— exclamó el otro.
—¿Cómo? ¿Has dicho cuello? Sí, has dicho cuello, ¿verdad? No me gusta que me digan cuello. ODIO que me digan cuello. No me digáis cuello, ¡no - me - digas - cuello!— Prefasi se abalanzó sobre él.
Seis cuerdas volaron en el aire. Javi esquivó una, agarrándola, y le pegó un tirón; Pally y Lucas se encararon con el otro tipo, y de pronto una voz tronó en el vestuario, cortando en seco la pelea.
—¡TODO EL MUNDO QUIETO, AHORA MISMO!
—No puede ser... ese estúpido se ha liberado por el pasadizo— dijo uno de los Ahorcados.
—¡Es Constancio!— exclamó Palacios.

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