El CDM y El Ahorcado

Tuesday, June 27, 2006

10.
Planes, huidas y escondites.

—¿Dónde estará Prefasi?— preguntaba Javi—. Me pregunto cuándo narices conseguirá que ese idiota del Ahorcado venga aquí...
—No te entiendo—dijo Lucas.
—Pretendo que el Ahorcado se delate a sí mismo— explicó Javi—. Tengo una grabadora escondida que servirá para gabar todo lo que nos diga ese mastuerzo del Ahorcado.
En ese momento llegó el inspector anunciando una visita. Pero no era el Ahorcado. ¡Era Felipe!
—¡El criminal más buscado! ¡Viva el CFT!— exclamó Felipe.
—¿Qué quieres?— preguntó Lucas.
—Reírme de vosotros un rato. Queréis coger al chorizo y el chorizo os coge a vosotros.
—Por lo menos no cojo a personalidades importantes. Ministros, y gente de esa clase— dijo Javi en un tono irónico.
En ese instante llegó Prefasi, con el Ahorcado. Éste miró la celda, miró a Javi, miró a Lucas y miró a Prefasi. Éste se fue para esperarlo a la salida. Javi conectó la grabadora disimuladamente. Felipe miraba interesado todo aquello. El mismo tipo que había conseguido que los metieran en la cárcel.
—Muy bien— dijo Felipe—. ¡Estás detenido!
—Yo, no— contestó el Ahorcado—. Ellos, sí. Ahora puedo hacer todo lo que tenía planeado. Un club de detectives. Ya veo. Incapaces de convencer al inspector de que yo soy el malo de la película. Los que vais a parar a la cárcel sois vosotros.
—Pero— contestó Lucas— nosotros somos mucho mejores que ése— señaló a Felipe—. Veo que Prefasi te ha acompañado. ¿Cómo has entrado?
—Me quité la máscara y entré. El muy imbécil del comisario ni se dio cuenta. Los policías me reconocieron como el buen ciudadano que había cogido al Ahorcado con las manos en la masa y no en una panadería precisamente. Y ahora me he vuelto a poner la máscara. Y me encuentro con tu gran amigo Felipe Hermosilla, que no es hermosillo precisamente.
—Será por el peinado— murmuró Lucas.
—¡HE DICHO QUE ESTÁS DETENIDO!— bramó Felipe.
—¡Cállate!— gritó Javi—. Ya está, voy a llamar a Prefasi...
Llamó, y cuando Prefasi contestó, Javi le dijo que detuviera al Ahorcado.
—Pero eso es imposible— dijo el asesino—. Yo soy el bueno, vosotros sois malos.
—Ya—dijo Javi—. Pero mira tú, qué grabación he sacado de por ahí...
Javi sacó la grabadora ante el horror del Ahorcado, que se vio atrapado sin remedio. Salió corriendo con la máscara puesta. El inspector le vio salir corriendo y en la salida estaba Prefasi esperándole. Le dio tal bofetón que le sentó en el suelo. El inspector corrió a ver a Lucas y a Javi. Éstos pusieron la grabación. De inmediato el inspector les dejó salir y los dos se fueron corriendo hacia fuera.
—¡Te voy a dar una paliza!— gritaba Prefasi.
—Y yo voy a retorceros el cuello— decía el Ahorcado.
—¡No me digas cuelloooooo!— Prefasi lanzó una pierna y le alcanzó en la mandíbula. El Ahorcado sacó una soga y enganchó a Javi y a Lucas. Prefasi se distrajo con este truco del Ahorcado, que viendo que su rival se distraía, salió corriendo. Prefasi desató a sus dos compañeros y los tres salieron corriendo tras el individuo aquel. Se había metido por un estrecho callejón.
—Lo tenemos acorralado— dijo Lucas—. Esa calle no tiene salida.
—Cuidado con las cuerdas, ¿de acuerdo?— le contestó Prefasi.
Entraron en el callejón, que no tenía salida. Terminaba en un muro altísimo de ladrillo y únicamente había una puerta en el lado izquierdo. Era la única salida por donde podía haberse metido. Javi sacó su pistola de dardos somnífero y comprobó si la puerta estaba abierta. Lo estaba. Entraron los tres sigilosamente, y tras registrar la casa de arriba abajo, se convencieron de que allí no había nadie. Habían mirado en los armarios, detrás de las puertas, en la alacena, en el salón, en la cocina, incluso dentro del vacío frigorífico...
—¿En la chimenea?— preguntó Prefasi.
—Y llenarse de hollín— apuntó Lucas—. Miremos.
Al mirar en la chimenea, pudieron comprobar que allí tampoco estaba. Al darse la vuelta para salir de la casa oyeron unos pasos que provenían del salón. Javi entró rápidamente para ver quién era, pero al llegar al salón la figura se tiró detrás del sofá. Lucas entró también, seguido de Prefasi. Detrás de ese sofá había alguien. El Ahorcado, posiblemente, que se creía que se habían ido ya. Javi pegó un salto encima del sofá, apuntó al suelo y bramó:
—¡YA ERES NUESTRO, DESGRAC...!— pero se calló. Allí no había nadie. Ni un alma. Ni una mosca. Nada que diera señales de vida. Javi bajó del sofá.
—¡Bajo el sofá! ¡Se ha escondido debajo del sofá! Apartémoslo— Javi le dio una patada al sofá y lo desplazó de su sitio. Allí había una trampilla.

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