El CDM y El Ahorcado

Tuesday, June 27, 2006

9.
Culpable sin causa.

Javi partió el solo en dirección hacia el conservatorio de música. El Ahorcado le siguió a una distiancia prudente. Y cuando Javi estaba más distraído, el que le seguía lanzó una soga al cuello a la primera persona que vio. Los gritos de ayuda, en plena tarde, no se hicieron esperar. Javi corrió hacia el hombre, medio asfixiado, y se lanzó sobre el Ahorcado, pero éste se apartó y consiguió darle un golpe a Javi en la cabeza, dejándole sin sentido. Le puso la máscara y llamó a la policía, que se personó en el sitio rápidamente.
—¡Lo tengo!— se dirigió al inspector directamente—. ¡Intentó matarle con una soga al cuello!— en la cara de ese tipo se reflejaba un terror y un miedo inexistente.
—Quitadle la máscara— ordenó el inspector. Se la quitaron, y todos se quedaron asombrados—. No puede ser. Debo estar soñando. ¡Javi!
—¿Qué narices pasa?— Javi despertó levemente de su sopor. Todo le daba vueltas.
—No nos esperábamos esto de ti. Tú eras el asesino— dijo el inspector.
—¿Yo? ¡Ja, ja! Me han contando chistes malos, pero ese ha sido el peor de todos. ¡Yo, el asesino de la soga!
—Estás detenido— dijo el inspector.
—No, no estoy detenido. Esto es un error— se justificaba Javi—. Él me atacó. Me estaba siguiendo.
—¿Qué?— gritó el Ahorcado—. ¡Yo soy un buen ciudadano! ¡Estabas a punto de cargarte a este pobre hombre! ¡Eh! ¡Despierte!
El hombre se incorporó, con un tremendo dolor de cuello. El farsante prosiguió:
—¿Llevaba el que le atacó una máscara?
—S... sí..— balbuceó el hombre, sin poder apenas articular palabra—. Vi... vi a un tt... tipo c... con una másc... máscara... q... que m... me tiró una s... soga al cue... cuello...
—¿Lo ves? ¡Y yo me creía que eras buena persona, Gómez!— señaló a Javi con el dedo—. Club de detectives. ¡Bah, para encubrirse solamente!
—¿Y el billete de lotería? ¿Mi nombre con las iniciales de las víctimas? ¿Y tú, que me atacaste?— preguntó Javi, indignado, y esposado por la policía.
—Pudo ser alguno de tu club para encubrirte— continuó el Ahorcado.
—Espero que no me visites en la cárcel— dijo Javi—. Mendua paliza te vas a llevar. Ándate con ojo, porque al final te cogeré. Me has quitado de en medio, pero quedan mucho más con los que no podrás.
—Menos cuentos chinos, Gómez. Que tengas feliz Navidad— se despidió el Ahorcado.
Una vez en la comisaría, Javi vio que la cuerda de la víctima sólo tenía sus propias huellas dactilares. Sin creérselo, preguntó:
—Puedo hacer una llamada, ¿verdad?
—Por supuesto— dijo el inspector.
A la llamada contestó Jorge.
—¿Que estás en la cárcel?
—Sí. Se creen que soy el maldito asesino. Y hay que probar que no lo soy. Tenéis que atraerlo hacia aquí como sea, tengo una idea.
Mientras tanto, Lucas iba por la calle. Esperaba tener suerte para encontrar al Ahorcado, pues tenía un plan. Y la tuvo. Cuando encontró al Ahorcado, todo salió como Lucas había previsto. Naturalmente, el Ahorcado tenía puesta su máscara, de las que tenía docenas iguales. Siguió a Lucas, que ya se había percatado de su presencia. Lucas caminó hasta una calle desierta, en la que sólo había un aparcamiento vacío y una señal que indicaba el camino al centro de la ciudad. En ese instante el Ahorcado, viendo que no había testigos por ningún lado, cogió a Lucas, lo amarró, y sacando una sierra de metal que había robado en una tienda, cortó la señal por la mitad. El resto fue simple: dejó la sierra a los pies de Lucas, le puso la máscara y entonces el propietario de la tienda llegó allí corriendo para ver al tipo de la máscara atado con la sierra a sus pies. El plan había salido redondo. Cuando llegó el inspector a la zona, se llevó a Lucas a la comisaría y lo mandó a la misma celda donde estaba Javi. Ahora sólo les quedaba esperar la visita del Ahorcado para ejecutar su plan.

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