El CDM y El Ahorcado

Tuesday, June 27, 2006

6.
Búsqueda infructuosa.

Jorge había conseguido una lista con las posibles direcciones en las que podía encontrarse el tipo de la soga. Todas las casas estaban ocupadas, pero habían comprobado que en ninguna de ellas su dueño tuviera antecedentes.
—Si hubiera habido algún testigo en la zona S (de Soga), ahora podríamos haber descubierto a ese tío—dijo Dani.
—Pero lo más posible es que si hubiera habido algún testigo, ese tío lo amenazara— apuntó Jorge. De pronto entró por la puerta un hombre con cara asustada que apenas podía tenerse en pie, blanco como el papel, diríase que víctima de un susto terrible.
—¡Se... lo... han... cargado! ¡Con una soga al cuello! Íbamos a hacer un negocio redondo, pero lo han matado! ¡Pobre Andrés!
—Ay, madre—dijo Raúl—. ¿No le han visto la cara?
—¿Cómo le iba a ver la cara? Llevaba una máscara puesta.
—¿Cómo dice que se llama la vícitima?— indagó Jorge.
—Andrés Sánchez...
—Bien, vamos a ir al apartamento del maldito loco que hace estas barbaridades— determinó Raúl—. Dice usted que con una soga al cuello...
—Le ha colgado de un árbol—dijo el hombre.
—Dios mío, esto es la Edad de Piedra...— murmuró Raúl—. Voy a llamar al inspector, que envíe a un equipo de huellas, a ver si encontraran algo. Veremos si coinciden con las del apartamento que vamos a registrar. Cuando todo esté listo venimos de nuevo. Qué forma de terminar el año.
El grupo se dirigió al apartamento. Parecía estar completamente vacío, y en la puerta de entrada había dos matones, gordos, con tatuajes hasta en las orejas, barba larga y espesa, pendientes en las orejas (y alguno en la nariz) y unos modales y formas tremendamente malos. La típica forma del macarra europeo (y también americano).
—Buenas tardes, buena gente—dijo Raúl cuando llegaron.
Se dispusieron a entrar, pero les cortaron el paso.
—Aquí no se pasa— dijo uno de los gordos.
—¿Quién lo dice?— inquirió Dani, molesto—. ¿Los guardianes de la Piedra Filosofal? ¿Del tesoro del barco hundido en Indonesia? ¿Soldados modernos de Napoleón Bonaparte?
—Yo y el jefe—dijo el mismo tipo.
—Como se suele decir: “Yo y el otro. El burro delante para que no espante"— se mofó Jorge.
—Voy a llamar a todos los demás— dijo Raúl, marcando en su móvil. Al poco tiempo llegó Javi, y el grupo encabezado por Palacios, y el de Prefasi, mientras Dani y Jorge mantenían entretenidos a los dos matones. Javi murmuró a Palacios y a Prefasi unas palabras, les miró y Palacios gritó:
—Buenas tardes. ¿Qué pasa?— y ya entró en escena Javi, con una voz muy alta, casi un grito, que oyeron los gordos.
—¡Pues que estos gordinflones imbéciles no nos dejan pasar a registrar un apartamento sólo porque a ellos se les ha puesto de las narices!— y Palacios contestó de la misma manera.
—¡Aaaah, unos gordinflones, imbéciles y macarras! ¡Sí, tienen pinta de haberse comido media tonelada de hamburguesas! ¡Pura grasa de cerdo! ¡Y no precisamente la han sacado de ellos!— Prefasi continuó el juego.
—Efectivamente, ¡y encima con pendientes! ¿Vosotros habéis visto alguna vez a una mujer con bigote? ¡Personalmente, yo no! ¿Ha’ vi’to a Paco, tú? ¡Conozco un restaurante buenísimo, donde coger kilos por cinco euros es la especialidad de la casa! ¡Seguro que os hacían un descuento y todo, sí...!
Finalmente, los gordos se adelantaron hacia los tres.
—¿Nos estáis insultando, enanos?
Palacios agachó la cabeza: era mucho más corpulento que los otros dos, que eran incluso unos centímetros más bajos que Javi y Prefasi.
—¿Les estamos insultando, vosotros?— preguntó Javi, mirando a Palacios y a Prefasi. Una mirada significativa hizo que los tres gritaran al mismo tiempo:
—¡Sí!
Y los gordos se lanzaron sobre Javi, Prefasi y Palacios, que los despacharon en menos de cinco minutos, y el CDM pudo pasar a registrar la casa tranquilamente.

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