El CDM y El Ahorcado

Tuesday, June 27, 2006

EL CDM Y EL AHORCADO.


Introducción.

—¡Ya estoy hasta las narices de unos cuantos!— vociferaba Javi entrando al compartimento secreto del local del club, seguido por todos los demás—. ¿Y esto es un club de detectives? ¡Más bien una pandilla de gamberros! ¡Eso es lo que somos! ¡O lo que dicen que somos! ¡Voy a hacer una remodelación de plantilla ya, en el acto!
—Pero si nosotros sólo le dimos una paliza al chorizo ese— intentó justificarse Felipe.
—Pedazo de idiota... ¿el chorizo ese, sabes quién era? ¡Era el Ministro de Asuntos Exteriores del Gobierno! ¡Estáis todos despedidos! ¡Todos fuera! Y al que replique le meto un dardo somnífero por el ombligo.
Todos comenzaron a dar gritos de protesta, pero Javi, impasible, hizo que se fueran.
—Vaya forma de tratar a tus socios de club y compañeros de clase— gritó José B.
—¿Compañeros de clase? ¡Eso sí que no! ¿Sabéis qué? Que me he largado de ese apestoso colegio donde sólo hay gamberros. ¡Y eso es lo que sois la mayoría de vosotros! ¡Darle una paliza al ministro de exteriores...!
—Vuelve a decirme algo así y te doy un tortazo— amenazó Felipe.
—¿Te digo dónde me vas a dar el tortazo, eh? —preguntó Javi, lenta y amenazadoramente, acercándose a Felipe.
—¿Dónde?
—En mis cojones, Felipe. ¡En mis cojones me vas a meter un tortazo, imbécil! ¡Que te di hasta la foto del ministro, pedazo de melón! ¡Melones! ¡Sois todos unos gansos!
—¿Que me diste...? ¡Yo a ti te mato! —bramó Felipe, exasperado.
—Llévate cuidado conmigo, porque sé karate del bueno y lo sabéis todos muy bien— dijo Javi, lentamente y con tono amenazante. Felipe lanzó un puño hacia delante, pero Javi se apartó hacia la izquierda y con la pierna derecha le dio una patada en el estómago.
—Despedidos. ¡Todos! ¡YA!—bramó Javi cogiendo la pistola de dardos -somnífero y señalando la puerta. Todos se fueron jurando y maldiciendo cuando en ese instante entró Eugenio por la puerta.
—¿Pero qué han hecho estos? ¿Por qué los echas? ¡Vaya voces!—exclamó Eugenio, atónito, cerrando la puerta.
—¿Traes algo?— preguntó Javi.
—Pues sí, nuestro club lleva una temporada fatal. El presidente de nuestra urbanización de verano califica a unos que tú y yo nos sabemos como “Los Siete Magníficos”.
—¿Y eso?
—Pero tú te imaginas, hasta la una de la mañana dando voces en la calle, despertando a todo el mundo, tocando a las puertas de las habitaciones del hotel de enfrente... ¡a la una de la madrugada te digo!
—¡Expúlsalos!— exclamó Javi—. A los siete magníficos. ¡O los siete gamberros! ¡Vaya racha llevamos! ¡Esto se va a la porra! Tenemos más moral que el Alcoyano para soportar esto, ¿eh?
Unos golpes sonaron en la puerta. Javi abrió y el presidente de la comunidad Hawaii 6 entró.
—¡Javi, lo de vuestro club es muy serio!— gritó.
—¿Qué han hecho ahora los burros esos?— preguntó Javi, desesperado.
—¡¿Que qué han hecho?! ¡AYER A LAS DOS Y MEDIA DE LA MAÑANA SE PUSIERON A TOCAR A TODOS LOS TIMBRES DE LA URBANIZACIÓN Y EN ESPECIAL AL MÍO!— bramó el presidente de la urbanización Hawaii 6.
—Dios mío, lo nuestro es un caso muy seriooooo... —canturreó Javi—. Ah, míralos... vienen por ahí.
—Hola, Javi— uno de los susodichos, José Angel, entró.
—¡Hasta luego, tío listo! ¡DESPEDIDOS TODOS!— bramó Javi—. ¿Hasta qué punto se puede llegar a hacer el gamberro? ¡Hasta las dos y media de la mañana! ¿Eh? ¡Os ha costado vuestra permanencia en el club!
—Tiene que ser un error...— dijo José Angel.
—De error nada— intervino Eugenio—. Si hacéis el gamberro, lo hacéis, y punto, no hay más que decir.
—Los siete magníficos. O más bien los Siete Gamberros— dijo el presidente de la urbanización—. El verano que viene no quiero nada de esto, ¿está claro?
—Y si hacéis algo puedo hacer algo, valga la redundancia, que os dolerá mucho. Tiraros a la cabeza esta lámpara que está encima de la mesa, que está rota y no vale para nada— dijo Javi.
—Vaya una mierda— dijo otro de ellos, saliendo.
—Y el vocabulario tampoco está mal, no— exclamó Javi—. Venga, fuera, no quiero que este doloroso momento para vosotros se prolongue aún más. No quiero veros hasta el verano que viene. Sólo tenéis que andar escondidos hasta pasado mañana que me largo de aquí...
Javi cerró la puerta. Miró a Eugenio, que no dijo nada. Ambos sabían que el club había quedado completamente destrozado...

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